Tener una dirección clara que oriente nuestros pasos es un principio de orden y armonía que puede cambiar nuestra vida.
Como construimos nuestros propósitos y como formulamos nuestros objetivos es la clave fundamental para llegar a alcanzarlos. Algunos sueños no cumplidos, tal vez, no dieron con un dueño que enraizara “la cometa” y la convirtiera en una semilla que germinara en el mundo de lo manifestado, en el tiempo y el espacio.
Merece la pena dedicar un tiempo a recrear tu futuro, al fin y al cabo, como dijo Mark Twain, es donde vas a pasar el resto de tu vida.
El arte de vivir maneja una doble dirección que es importante distinguir. Si bien la gente sabia y eficiente sabe concentrar la energía para dirigirse a lo que quiere verdaderamente o a lo que siente, también saben estar abiertos a las señales que la propia vida les devuelve de su propuesta. El ser humano sostiene un continuo diálogo con el universo. Los buenos objetivos son ecológicos, pretenden estár en consonancia con nuestro ser profundo y persiguen enriquecer nuestro entorno esencial.
A veces, a pesar de haber invertido con buena fe en una dirección, la corriente fluida de los sucesos nos conducen a otro lugar. La vida es un misterio con sus propias leyes y uno de los objetivos más hermosos que podemos tener de por vida es aprender a danzar con ella y con la melodía de nuestros propósitos.